Policía y delincuencia
Samuel Santana
La delincuencia es un comportamiento muy perjudicial para las sociedades de cualquier parte del mundo que tiene su origen en varios factores. La falta de una formación responsable por parte de los padres, el entorno social, la pobreza, los problemas emocionales y la falta de una educación adecuada, se citan entre los elementos que producen este mal. Aunque su índice varía de un país y de una sociedad a otra, lo cierto es que la erradicación total es difícil.
Se trata de una realidad contra la cual hay que diseñar métodos, estrategias y formas de combatirla y, por lo menos, controlarla.
En el caso específico de la República Dominicana, en los años recientes los niveles de la delincuencia han sido sumamente preocupantes. Últimamente hemos visto cómo los violadores de ley han recibido la asistencia y el refuerzo del mundo bajo presente en otros países latinoamericanos, donde la violencia ha roto todos los parámetros normales y donde no parece haber forma siquiera de controlarla.
Esto lleva a decir que ahora tenemos una delincuencia chapucera o rastrera y una que pertenece a una clase sofisticada, que cuenta con recursos, técnicas y asesoramiento fino.
Pero lo peor de todo es el involucramiento en la misma de miembros de la seguridad pública, quienes colaboran con los delincuentes poniendo a su disposición sus placas, armas, ropa y capacidad.
La historia indica que ha habido momentos en el país cuando los delincuentes han contado con el apadrinamiento de oficiales que se han hecho de la vista gorda ante los actos cometidos, y que han ido desde robos, asesinatos, atracos hasta venta de drogas en puntos específicos.
Pero no sólo eso, han sido muchos los casos en que cuando la violación de la ley tiene relación con alguien que cuenta con cierta cuota de poder -político o militar-, las investigaciones se tornan sumamente escabrosas, decidiéndose mejor, en última instancia, enviarlas al limbo.
Es dentro de este contexto que el actual jefe de la Policía Nacional, el teniente general Bernardo Santana Páez, tiene que realizar su misión.
El sabe que cuando un jefe de la institución se levanta contra esta situación, encuentra un frente muy fuerte, tanto dentro como fuera de los cuarteles.
Santana Páez ha dado muestras de ser un oficial preparado y, sobre todo, decidido a realizar su papel con mucha responsabilidad. Lo hemos visto realizar su gestión con apego a los derechos humanos, con la ejecución de una profilaxis en la institución, con un combate indetenible a la delincuencia y con buenas medidas de prevención.
Sin embargo, por más buena que sean sus intenciones y por más que quera hacer, la Policía está atrapada por situaciones que la limitan en extremo.
Lo primero es la falta de recursos. Esta institución se ha caracterizado siempre por una carencia que va desde vehículos, ropa, equipos, armas hasta facilidades adecuadas.
Lo peor de todo es el salario que devengan los agentes ¿Cómo puede sobrevivir un Policía con un salario tan pobre? Los oficiales no escapan a esa situación.
No sólo hay desmotivación, sino que son pasibles a las tentaciones.
La delincuencia nunca podrá ceder ni ser controlada, si un Gobierno no está dispuesto a mejorar las causas que le dan razón de ser. Lo menos que debe hacer es invertir en los organismos encargados de combatirla.
Los militares por norma deben someterse al poder civil, por eso hay muchas precariedades que se callan. Los recortes presupuestarios y las crisis de los gobiernos suelen llegar a los cuarteles. Por eso suele haber una exigencia que no se corresponde con el apoyo debido. Se pueden entregar vehículos, pero, luego, no hay combustibles para que circulen en las calles.
Se produce u gran dilema ante el hecho de que la Policía debe, entonces, contener las consecuencias producidas por los fracasos de las políticas sociales de los gobiernos. Otra situación sería si se mejoran las condiciones de vida de las gentes en los barrios y en las clases pobres.
El detenimiento y el control de la delincuencia es tarea en la que deben estar envueltos las autoridades civiles, militares, los padres, las escuelas y todas las organizaciones sociales.
Santana Páez es uno de los jefes policiales que, hasta ahora, merece el voto de confianza de la ciudadanía y que tiene la capacidad necesaria para seguir haciendo un buen trabajo, sólo que lo que hace es dentro de muchas limitaciones y bajo unas exigencias de las que otros, también, deben asumir mayor cuota de responsabilidad.
Tanto él como otros jefes policiales han tenido que moverse en una posición que los ha colocado entre la espada y la pared.
Trascripción del artículo publicado en el periódico Hoy, sábado 2 de junio de 2007.